No miro los escalones cuando los subo o los bajo en el metro.
Las líneas amarillas me marean y me hacen trastabillar, un día me caeré, lo visualizo.
Cuento mentalmente uno, dos, uno, dos, concentrándome sin mirar.
No me gustan los guisantes porque nunca creí en los cuentos de princesas.
Jamás esperé un príncipe azul o verde agua.
Soy de las que salen a su encuentro, no espero en el castillo.
4 comentarios:
es un plecer leerte, como ahora je
uy el castillo...qué aburrido, nunca me quedé esperando...
Gracias Bur.
Aburrido el castillo...ummm depende de la compañía ;) Gracias
Jodías horas de metro, cuando se acababa un libro a veces podían ser interminables... aunque otras veces ocurría el milagro, y aun apretado por la gente, zarandeado a cada curva y empujado en cada estación, uno se sentía extrañamente a gusto con uno mismo...
Publicar un comentario