domingo, 13 de septiembre de 2009

Érase una vez...

"...De algún modo se relacionaba todo con un cuento que había oído contar una vez, sobre un niño que nació con un tornillo dorado donde debería tener el ombligo. A lo largo de veinte años consulta con médicos y especialistas de todo el mundo, tratando de deshacerse del tornillo, pero sin éxito. Por último, en Haití, va a ver a un médico vudú que le administra una pócima de olor nauseabundo. Se la bebe, se echa a dormir y tiene un sueño. En este sueño se encuentra en una calle, iluminada con lámparas verdes. Siguiendo las instrucciones del hechizero, toma dos a la derecha y una a la izquierda desde su punto de origen, encuentra un árbol que crece junto a la séptima farola, del que cuelgan por todas partes globos de colores. En la cuarta rama desde la copa hay un globo rojo; lo rompe y en el interior encuentra un destornillador con un mango de plástico amarillo. Con el destornillador se extrae el tornillo del abdomen y tan pronto como esto ocurre se despierta del sueño. Es por la mañana. Se mira el ombligo y el tornillo ha desaparecido. Por fín se ha levantado aquella maldición que ha durado 20 años. Delirante de alegría se levanta de la cama y se le cae el culo. "

- Thomas Pynchon -

1 comentario:

Olga dijo...

Debe ser que todo tiene su función. No podemos deshacernos de las cosas, si no sabwemos en qué nos ayudan o fastidian.
Aunque no nos gusten, algunas cosas son por nuestro bien. Pero nuestra ceguera no nos deja verlo. Mira que aceptamos poco la diferencia.